XONDO
  REFLEXIÓN DE XONDO
 


Reflexiones del autor en castellano -extracto de una publicación sobre el autor:



   Verdad, belleza y armonía son tres hermanas siamesas. No puedo amar o desdeñar a una de ellas sin querer o despreciar, de igual modo, a las otras dos. Veo una en las tres.
   Tienen las protagonistas otras hermanas más jóvenes llamadas Virtudes. Estas preciosidades casi siempre calientan la cama de los amantes de sus hermanas, aunque, a veces, ¿por error?, se acuestan en camas espinosas, y acarician a individuos desorientados -nadadores contracorriente- abocados a un prematuro cambio de forma (muerte).
   Lo que no sucede en su tiempo se me brinda discordante y feo, pero ¿en qué tiempo ha de suceder lo que sucede, si es que sucede algo...? ¿Ahora?, ¿ayer?, ¿dentro de un millón de años? ¿Cuándo es el Bien, y cuándo es el Mal? ¿Acaso no son, también, dos hermanos siameses?, ¿un solo pulmón, una sola idea? ¿No conviven en perpetuo combate la belleza y la fealdad, lo verdadero y lo falso, el odio y el amor, el gato con el perro, el hombre con la mujer...? ¿Acaso no bebe la serenidad de la rabia?
   Yo hago si quiero hacer, que, aunque no haga, haré lo mismo; yo hago cuando quiero hacer, que, aunque haga en otro tiempo, en su tiempo lo haré.
   "Verdad" es el nombre de todo lo que existe, si es que existe algo. Así, lo que existe, si existe, es bello y armonioso, y, por consiguiente, digno y deseoso de amar y de ser amado; pero, lo mismo que a una bola en una pendiente se le da por rodar hacia abajo, la inclinación natural de los seres vivos, supongo, debe ser el Bien, reino en el que prefiere morar la verdad, la belleza, la armonía y las demás virtudes, todas ellas amantes mías, inmortales, y que ni siquiera se marchitarán, al menos, mientras yo viva. Las Bellas Artes, o las imitan, o no son bellas artes; y el artista, o procura poseerlas, o no es artista.


UNA DE LECHUGAS

   Cierto día me dice una buena amiga: "Xondo, ¿tú sabrías definirte a ti mismo?" A lo que respondo: "De mil maneras". Unos minutos después, conversábamos ambos sobre la necesidad del ser humano de dibujar mentalmente algún dios, para usar de sostén y guía en este océno de aguas putrefactas en que vivimos inmersos, y se incorpora al diálogo un amigo nuestro con una frase en tono categórico, propia de un hombre reflexivo, como, sin duda, lo es nuestro amigo. Nos dice: "No se puede creer en Dios y al mismo tiempo ser inteligente". A lo que yo respondo: "Si existes, a algo o a alguien te agarrarás". Con esta parida este amigo nuestro puso de manifiesto su fe en la inteligencia humana, cualidad en la que yo no creo -por lo menos, en su calidad.
   Entre las muchas definiciones que podría proporcionar a mi amiga sobre mi persona, se me ocurrió una, más o menos graciosa: "Entre otras cosas, estimada Selina, soy una lechuga, una lechuga metamorfoseada, eso sí, pero soy una lechuga. Mi composición y mis necesidades son las mismas que las de una lechuga. Sí, sí, ya sé que comienzas a dudar de mi cordura, y me dirás que, si me creo una lechuga, también pensaré que soy un caníbal. Pues tienes razón. También soy un caníbal. Me gusta comer lechugas. Y ya no digamos cuando tienen un porte y un bulbo como el tuyo. ¡Ja, ja, ja! Bueno, ya tienes dos definiciones".
   Tal vez lo único que diferencia a un hombre de una lechuga radique en que ésta no se empeña, como aquél, en creer que es más inteligente, bondadosa o exitosa que las demás lechugas y que el resto de los seres vivos, amparándose en insignias ideológicas, categorías profesionales, en su cuenta bancaria o en cuántas lechugas se pueda cargar con un misil o con anuncios publicitarios.
   En el fondo, estoy convencido de que, tanto nuestro amigo como el resto de sus congéneres medianamente dotados, nos vemos con los mismos ¿ojos? que la lechuga.
Los pobres y autoengañados hijos de mujer, lo mismo que la sabrosa lechuga, precisamos, para vivir con un relativo concierto, de unas raíces y de un seto que nos proteja de los elementos devastadores, entre los que figura el propio ser humano.

(En honor a nuestro amigo, debo añadir que mis paridas las produce una barriga tan grande como la suya).
 

 
 
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